Guía para contagiar la afición a leer

Cómo leer (mejor) en voz alta
Felipe Garrido


Guía para contagiar la afición a leer
NOTA EDITORIAL

El 30 de mayo de 1989, mediante iniciativa de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, la Cámara Nacional de las Industrias de la Celulosa y del Papel y la Cámara Nacional de Industria de Artes Gráficas, se constituyó la Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura, A.C., con el objetivo fundamental de colaborar, de manera eficaz, con todos aquellos programas y personas interesados en promover el hábito de la lectura en nuestro país.
            El Señor Presidente de la República Ernesto Zedillo, y diversas autoridades educativas y sociales de nuestro país han reconocido de manera explícita que la crisis de lectores amenaza seriamente nuestro proceso educativo y cultural.
            Es por tanto necesario implementar, de manera inmediata, acciones y programas concretos que corrijan ese grave rezago y reviertan en el corto y mediano plazo dicha problemática.
            Como parte de dichos esfuerzos, publicamos esta magnífica obra titulada Cómo leer (mejor) en voz alta, de Felipe Garrido. Un extraordinario instrumento que ofrece, de manera ejemplar, una metodología necesaria y adecuada para inculcar en los más pequeños el hábito de la lectura y la voluntad de leer.

Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura, A.C.


CÓMO LEER (MEJOR) EN VOZ ALTA
Una guía para contagiar la afición a leer

Nada más provechoso puede hacerse para mejorar en todos sus órdenes la vida nacional, que multiplicar los lectores, fomentar la afición a leer diarios, revistas y, sobre todo, libros. Tarea enorme y difícil en la que mucha gente trabaja y que no puede llevarse a cabo en poco tiempo.
            Este folleto expone algunos argumentos a favor de lo que es el método más eficaz para formar buenos lectores: la lectura en voz alta. Asimismo, ofrece una guía para mejorar esa actividad y facilitar la orientación de las primeras lecturas. Está dirigido básicamente a los padres y a los maestros, que son quienes pueden trabajar con más provecho en la formación de lectores, pero también podrá auxiliar a los coordinadores y promotores de Rincones de Lectura, grupos, clubes, centros y talleres de lectura que se formen en escuelas, bibliotecas, casas de la cultura, centros deportivos y de trabajo, y cualquier otro lugar donde haya gente que quiera leer. Está escrito atendiendo en primer lugar a las circunstancias de los niños, pero casi todo lo que dice puede ser adaptado para servir a quienes se inician como lectores en la edad adulta.
            Para redactarlo se han aprovechado sugerencias y lecturas, inspiraciones y estudios de escritores, editores, bibliotecarios, promotores, investigadores y maestros. Sería injusto no reconocer y agradecer la participación directa o a través de sus publicaciones de, por lo menos, en estricto orden alfabético, Jesús Anaya Rosique, Ana Arenzana, Juan José Arreola, Alejandro Aura, Richard Bamberger, Gabriela Becerra, Gloria Elena Bernal, Gerardo Ciriani, Mireya Cueto, Isabel de De la Mora, Alfonso de Maria y Campos, Aureliano García, Carmen García Moreno, Ricardo Garibay, Daniel Goldin, Pilar Gómez, Javier Guerrero, John Manning, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Carlos Pellicer López, Sebastián Plá Elena Poniatowska, Becky Rubinstein, René Solís, Elías Trabulse, Arturo Trejo Villafuerte, Jim Trelase y Gabriel Zaid.

Felipe Garrido
Centro de Enseñanza para Extranjeros, UNAM
Rincones de Lectura, SEP

En los últimos años, la mayor parte de los mexicanos ha sido alfabetizada; es decir, ha aprendido a leer y escribir, al menos en forma rudimentaria. En la actualidad, sin embargo, unas doce o trece de cada cien personas mayores de ocho años todavía son analfabetas. Eso significa que, en principio, hay más de 60 millones de mexicanos capaces de leer y escribir.

Los lectores habituales, sin embargo, son pocos, y los lectores de libros son todavía muchos menos. Relativamente, abundan quienes leen diarios, revistas, fotonovelas, historietas... Se calcula que unos doce millones de personas suelen comprar esta clase de publicaciones. En cambio, se estima que hay apenas poco más de medio millón de compradores de libros.

¿Es malo leer fotonovelas o historietas? No. Lo malo es que alguien no sea capaz de leer nada que vaya más allá de las fotonovelas y las historietas. Que no tenga la costumbre de leer un texto más o menos largo, de páginas completas, en lugar de las frases elementales de los globitos, donde no hay espacio para profundizar en las ideas, en la información ni en la naturaleza de los personajes.

Quien está tan acostumbrado a leer sólo fotonovelas, historietas y otras publicaciones por el estilo, que no puede leer textos más extensos y complicados, en realidad nunca ha aprendido a leer de a de veras.

¿Qué es leer de a de veras? ¿Quién es un lector auténtico? En primer lugar, es alguien que lee por voluntad propia, porque sabe que leyendo puede encontrar respuestas a sus necesidades de información, de capacitación, de formación, y también por el puro gusto, por el puro placer de leer.

¿Qué significa el gusto, el placer de leer? Significa que se ha descubierto que la lectura es una parte importante de la vida; que la lectura es una fuente de experiencias, emociones y afectos; que puede consolarnos, darnos energías, inspirarnos. Significa que se ha descubierto el enorme poder de evocación que tienen la lectura. Que alguien lea por puro gusto, por el placer de leer, es la prueba definitiva de que realmente es un buen lector, de que tiene la afición de leer.

Hay más de catorce millones de niños en primaria que cada día tienen en las manos por lo menos el libro único de texto. Hay millón y medio de estudiantes de nivel superior. Si incluimos uno y otro extremos, hay en total unos veintitrés millones de estudiantes que leen y consultan muchos libros de texto. Estas personas, ¿no son lectores?

En realidad, la mayoría de ellos no lo son. Casi siempre los libros de texto se leen sólo por obligación, y por lo mismo leen mal, sin comprenderlos bien, sin que cumplan con su función más importante, que sería abrir nuevos horizontes. Por eso la mayoría de los estudiantes, aunque pasen muchos años en la escuela y consulten o lean muchos libros de texto, finalmente no se convierten en lectores auténticos.

Además, al salir de primaria la mayor parte de los niños no tienen libros ni revistas en su casa, ni están acostumbrados a conseguirlos en una biblioteca, de manera que difícilmente pueden seguir leyendo.

En consecuencia, pocos estudiantes llegan a leer bien y a aprovechar bien lo que estudian. Pueden repetir las palabras del texto, pueden memorizarlas; pero no pueden comprender ni sentir lo que leen. No han aprendido a relacionar la lectura con sus experiencias y sus emociones. Leen solamente de afuera hacia adentro; no han aprendido a invertir el proceso y leer también de adentro hacia fuera. Y esta es la segunda condición para que alguien sea un lector auténtico: debe entender y sentir lo que lee. Debe estar acostumbrado a leer de tal manera que no simplemente pase los ojos por encima de las palabras, sino que establezca con la página escrita una relación suficiente para no dejar ninguna duda, para vincularse intelectual y emotivamente con el texto.

¿Cómo puede aprenderse a leer de esta manera? Hay un solo camino: se aprende a leer leyendo. Las habilidades que necesita el lector se forman con la propia lectura. La enseñanza de la lectura no puede reducirse a la simple alfabetización, a la mera adquisición de la habilidad de reconocer las letras y las palabras; debe incluir el desarrollo de la capacidad de entender y sentir el texto, así como de la afición a la buena lectura.

El lector auténtico se reconoce porque lee por su propia voluntad, porque comprende y siente lo que lee, porque le gusta y necesita leer.

Leer significa adquirir experiencias e información; ser activo. Se lee atribuyendo a los signos escritos o impresos un sentido; se lee organizando las palabras, las frases y la totalidad de una obra en unidades de significado. Por otra parte, este proceso contribuye enormemente al desarrollo de las facultades del intelecto, las emociones y la imaginación.

Para lograr una buena lectura hace falta seguir, sentir y comprender el texto no por las palabras sueltas, sino combinando las frases, los párrafos, las secciones o capítulos en unidades de significado cada vez más amplias, hasta llegar a la comprensión de una obra en su totalidad. Un lector ya formado realiza esta operación de manera inconsciente, pero los lectores que comienzan y los que todavía no son suficientemente expertos necesitan ayuda para acostumbrarse a reconocer las unidades de significado.

Se mejora la lectura cuando se aprende a dar sentido a más palabras y frases, a más noticias, sentimientos, emociones e ideas; es decir, cuando se aprende a reconocer con mayor rapidez y profundidad unidades de significado. Esto se consigue al hallar esas palabras y frases, esas noticias, ideas, sentimientos y emociones muchas veces, en contextos diferentes, y al reconocer en ellos conocimientos y experiencias que ya se tienen, ya se han pensado, sentido y vivido.

Sólo quien lee mucho llega a ser buen lector. Los conocimientos, las expectativas y las experiencias de cada persona desempeñan un papel decisivo en esta tarea. Para cada lector, la lectura de un mismo texto se vuelve algo personal.

Mejorar la lectura aumenta la capacidad de aprendizaje, favorece el desarrollo del lenguaje, la concentración, el raciocinio, la memoria, la personalidad, la sensibilidad y la intuición. Mejorar la lectura nos muestra la diversidad del mundo y hace más amplios nuestros horizontes. Mejorar la lectura nos ayuda a vivir mejor.

¿Cómo pueden formarse buenos lectores? Sólo si las personas aprenden a leer por su gusto y voluntad; si se aficionan a leer; si logran descubrir que la lectura es, antes que nada, una actividad gozosa, un medio que nos ayuda a entendernos y a entender a los demás. Entonces leerán mejor y podrán recibir los beneficios de la lectura misma, podrán estudiar, informarse, gozar... Leerán mejor con cualquier propósito y aprovecharán plenamente sus lecturas.

¿Puede sustituirse la lectura con otras actividades? No. Porque la lectura no es solamente una manera de adquirir conocimientos e información; la lectura es un ejercicio de muchas facultades: la concentración, la deducción, el análisis, la abstracción, la imaginación, el sentimiento. Quien no lee deja de ejercitar estas facultades, y no solamente las va perdiendo, sino que también dejará de tener muchos buenos ratos.

La lectura voluntaria, la lectura por gusto, por placer, no se enseña como una lección, sino se transmite, se contagia como todas las aficiones.

La lectura por gusto se contagia con el ejemplo; leyendo en voz alta. Hay que leer en familia, en la escuela, en la biblioteca, en los lugares de trabajo, de reunión. Hay que leer con la gente que uno quiere y aprecia, en voz alta, por el puro placer de hacerlo.

Si los padres leyeran a sus hijos quince minutos cada día; si los maestros leyeran a sus alumnos quince minutos cada día —no para estudiar, sino por gusto, por divertirse—; si lográramos fundar muchos Rincones y talleres de lectura para niños, para jóvenes y para adultos, en todo el país; si consiguiéramos aumentar drásticamente el número de lectores auténticos en México, produciríamos la más importante revolución educativa, cultural y social de nuestra historia.

Para leer con los hijos, con los alumnos, con los amigos, con los compañeros de trabajo, hace falta que los padres, los maestros, los bibliotecarios, los promotores de clubes, centros, grupos y talleres de lectura sean ellos mismo lectores, que estén interesados en comunicar su gusto por la lectura, y dispuestos a dedicar ganas y tiempo a esta actividad.

Padres, maestros, bibliotecarios y promotores deben conocer las habilidades, gustos y antipatías de sus hijos, alumnos y compañeros, para saber qué deben leerles; deben contar con una variedad de materiales de lectura y tener acceso a un acervo de libros o a una biblioteca apropiados; estar conscientes de sus fallas y de sus logros; trabajar intensamente para hacerse cada vez mejores lectores. Es decir, también ellos deben leer todos los días y buscar que sus lecturas sean cada vez de mayor calidad.

Si usted tiene hijos pequeños o alumnos o puede formar un grupo de lectura, busque un libro fascinante y comience a leer en voz alta hoy mismo. Podrá ayudarlos a convertirse en lectores. Reforzará sus lazos de afecto e interés. Tendrá una actividad íntima y amistosa con ellos. Tendrá un poderoso instrumento para reforzar la unidad de su familia o de su grupo. No tendrá de qué arrepentirse. Lo menos que usted puede hacer, si no tiene otras personas con quién leer, es ocuparse de su propia carrera de lector.

Casi todo lo aprendemos por imitación: caminar, hablar, leer, echarse clavados o jugar dominó. Si los padres y los maestros leen en voz alta con sus hijos y con sus alumnos; si los promotores de Rincones de Lectura y de clubes, centros y talleres insisten en esta práctica, les inculcarán a quienes los escuchan, por imitación, la curiosidad, el interés, el cuidado, el amor, el gusto por la lectura.

Mientras más temprano entren los niños en contacto con los libros, mejor. Ningún niño es demasiado pequeño para jugar con los libros ni para escuchar lo que se le lea. Nada tiene de malo que los niños jueguen con libros; lo más importante es que se familiaricen con ellos. En todo caso, hay que cuidar qué libros se ponen en sus manos.

Conviene que los niños muy pequeños se acostumbren a escuchar la voz de los padres y maestros, pues así desarrollarán una actitud positiva hacia los libros. Asociarán la lectura con un momento de calma y seguridad en que se encuentran rodeados de cariño y atención. La lectura en voz alta puede ser una forma de caricia y de arrullo.

Hay más de tres millones de niños que asisten a centros de educación preescolar. Todos los días, estos niños deberían estar en contacto con libros y con otros materiales impresos, en la escuela y en el hogar.

Lea con sus hijos o con sus alumnos o con sus compañeros libros que le interesen y le gusten y que usted intuya que pueden entretener y gustar a sus hijos o a sus alumnos de inmediato, sin complicaciones. Si un libro le aburre a usted, lo más probable es que fastidie también a los niños y a los lectores menos experimentados.

Lean en voz alta a sus hijos o a sus alumnos con la mayor frecuencia posible. Lo ideal es que la lectura, como las comidas, sea todos los días. En los Rincones, los talleres y los grupos de lectura las sesiones deben ser al menos una vez por semana, pues la repetición, la frecuentación de una actividad es lo que va formando un hábito, una afición.

Trate de establecer un momento fijo para la lectura en voz alta. Después de la merienda o antes de dormir, en la casa. Al comenzar o al terminar la jornada, en la escuela. Así, el tiempo de lectura se irá convirtiendo en un momento especial, previsible y esperado. Leer juntos, comentar lo que se lee, ayudará a todos a comprender las lecturas y a expresarse.

El gusto por la lectura no es un problema exclusivo de los maestros de español ni de literatura. Es una oportunidad y una necesidad de todos los maestros y de todos los padres de familia, porque casi todo lo aprendemos leyendo.

El gusto por la lectura no es un problema exclusivo de las mamás y de las maestras. Los niños necesitan asociar la lectura también con los papás y con los maestros.

No presione a los niños ni les pida que estén quietos o callados, permítales reaccionar a la lectura —también en la escuela pueden reírse o asustarse o asombrarse. Permítales expresarse. Déjelos hablar y escribir. Si quiere, deles papel, lápices, piezas de madera para que estén ocupados durante la lectura. El arte de escuchar y de comprender lo que se escucha se desarrolla con el tiempo. No espere resultados de un día para otro.

Empiece leyendo textos cortos y vaya alargándolos poco a poco para que aumente la capacidad de atención de quienes lo escuchan. Cuando llegue a libros más extensos, lea una parte por día hasta terminarlos.

No empiece a leer una obra sin conocerla; podría suceder que a media lectura descubra que no es suficientemente interesante o que resulta inconveniente para determinado grupo. Si finalmente un libro termina por ser aburrido, déjelo de lado. La lectura debe ser, sobre todas las cosas, una ocupación gozosa. No tema experimentar con otros libros que usted crea interesantes.

Trate de dar expresión a la voz, para que se comprenda el sentido de la lectura. Dramatice un poquito los diálogos. Ajuste el ritmo a la acción de la historia. Subraye ligeramente los sentimientos expresados. Siga el sentido que marcan los signos de puntuación. En los momentos más emocionantes, lea más despacio o más de prisa, según haga falta, para crear una atmósfera de suspenso y acrecentar el interés. Ajuste el ritmo, el tono y el volumen a las necesidades del relato. No tengo prisa por terminar (Es posible que, al principio, todo esto le cueste trabajo. No se desespere. Siga leyendo en voz alta. Con la práctica, cada vez lo irá haciendo mejor.)

Para dar la entonación, el volumen y el ritmo que cada lectura necesite, lo más importante es haberla comprendido. Con las inflexiones de la voz, con las pausas, con el ritmo se le da intención a la lectura y se hace comprensible el texto.

Siempre que salga, tenga un libro a la mano, sobre todo si va con niños. Los viajes, las salas de espera, los transportes públicos, las colas pueden ser lugares y ocasiones propicios para leer.

Ponga el ejemplo. Si los demás lo ven leer, lo imitarán; aprenderán a tratar los libros, a leer con sentido, a compartir su interés, su entusiasmo y su curiosidad. Aprenderán a hablar y a escribir sobre lo que escuchan y lo que leen. Responda con buen ánimo y detalladamente toda pregunta que suscite la lectura.

La influencia del ambiente familiar y escolar es decisiva para los intereses de los jóvenes. Es muy importante la cantidad y el tipo de libros a que tiene acceso el niño. Mientras mayor sea la variedad, mejor para ellos. La lectura de obras literarias ejerce una gran influencia en el desarrollo del lenguaje; es el único medio para formar el buen gusto de los lectores, y un recurso invaluable para explorar y conocer, en su sentido más amplio, la naturaleza de los seres humanos.

En ningún lugar el lenguaje se utiliza de manera más amplia, más rica, más compleja, más llena de significados que en las obras literarias. Un lector que no disfruta los cuentos, las novelas, los ensayos, el teatro y la poesía es un lector a medias.

La posibilidad de reconocer o de proyectar en los personajes de ficción necesidades y deseos reprimidos en la vida real desempeña un papel decisivo en el interés por un libro, para todo lector. El suspenso, una trama emocionante, el humor, la intensidad y la agilidad del libro son siempre importantes para los niños y para los jóvenes.

Para interesar a los lectores en formación, hay que buscar libros que correspondan a su nivel; que les interesen; que traten de sus preocupaciones y problemas, que les permitan identificarse con los personajes, proyectar sus propios deseos y esperanza. Libros que se ocupen de explorar las necesidades fundamentales de los seres humanos —compañía, seguridad, amor—; que provoquen emociones, ofrezcan experiencias y ejerciten el intelecto.

Una persona alfabetizada —niño o adulto— puede repetir cada palabra de una página sin entender lo que dice, como sucede cuando leemos sobre una materia o en una lengua que desconocemos. Esa clase de lectura desaliente a cualquiera y no sirve de nada.

Muchos niños —y adultos— no leen libros porque los primeros dos o tres que trataron de leer fueron demasiado difíciles para ellos.

Muchos niños —y adultos no leen libros porque no saben leer bien, porque no entienden lo que leen; y no pueden leer bien ni entender lo que leen porque no han leído suficientes libros. Hay que romper este círculo vicioso ayudándolos a que encuentren lecturas a su alcance, que tengan interés y sentido para ellos. Leer es un modo de madurar fisiológica y culturalmente.

Los libros más difíciles no forman los mejores lectores si no se leen a su debido tiempo. Los mejores lectores son los que ha leído más libros, en un camino de superación, leyendo materiales que tengan cada vez mayor calidad. Los mejores lectores son quienes han tenido mayor oportunidad para disfrutar libros suficientemente accesibles, que les han dado más confianza y seguridad. Esos lectores ya se irán ocupando de libros cada vez más difíciles.

En general, un libro es más difícil de leer mientras tenga más niveles de significado, más planos descriptivos y narrativos; mientras profundice más en los temas que toca.

Lo más importante es cuidar que la lectura sea interesante: que responda a los intereses básicos de los lectores y se pueda entender. Nadie encontrará interesante lo que no entiende.

Una clasificación sencilla de los intereses fundamentales de los lectores es la siguiente:
1)los que prefieren lo fantástico, lo mágico, lo maravilloso;
2)los que se inclinan por el realismo y rechazan las fantasías;
3)los interesados en los aspectos intelectuales, los razonamientos y el sentido moral, y
4)los que encuentran placer en el lenguaje mismo.
Estos intereses pueden encontrarse combinados en cada lector.

Es importante que los lectores incipientes aprendan a poner en tela de juicio lo que leen. Una lectura crítica puede y debe desarrollarse desde muy temprana edad.

La cantidad de libros leídos es el factor decisivo en la pedagogía de la lectura. Mientras más libros diferentes y de calidad se lean, mejores serán los lectores. Un libro de calidad significa un libro que exige un esfuerzo del lector —pero es importante que ese esfuerzo no sea desmedido, que esté al alcance de quien leen.

Anime al niño —y al adulto— para que tenga su pequeña o su gran biblioteca personal, con libros regalados y con libros que cada quien, incluso los niños, debe comprar con su propio dinero.

Conviene que usted hable con sus hijos, sus alumnos, sus compañeros; que les cuente historias; que lea con ellos en voz alta todas las veces que sea posible. Que les permita hablar, contar historias, leer con usted. Hablar y escribir, escuchar y leer son actividades íntimamente relacionadas. No puede leer quien no comprenda lo que se le cuenta. No puede escribir quien no sea capaz de expresarse hablando.

Lea fragmentos a sus hijos, sus alumnos, sus compañeros, y luego deje que ellos terminen por su cuenta.

Participe en las lecturas de sus hijos, sus alumnos, sus compañeros. Platique con ellos acerca de lo que han leído y sobre sus experiencias como lectores.

Haga que, en una historia, sus hijos, sus alumnos, sus compañeros lean las partes de los diferentes personajes y del narrador. Lea con ellos de esta manera las obras de teatro.

Acostumbre a sus hijos, sus alumnos, sus compañeros a visitar, conocer y utilizar las bibliotecas y las librerías.

Llegado el momento, estimule en sus hijos, sus alumnos, sus compañeros, la lectura personal, en silencio.

Un ejercicio de utilidad probada en escuelas y talleres de lectura es el siguiente: el maestro o el coordinador cuenta la tercera parte de una historia. En seguida lee en voz alta unas cuantas páginas. A continuación pide que cada quien continúe con la lectura en silencio. Unos diez o quince minutos antes de terminar la clase o la sesión de organiza una discusión sobre cómo puede concluir la historia y cada quien propone un final.

¿Cuál es el final que imaginó el autor? Para descubrirlo, cada quien termina de leer en casa. Una o dos semanas después se vuelve a discutir el texto en grupo. Lo habitual es que se haya leído con interés y que todo el mundo participe con entusiasmo, pues cada quien tiene algo que decir.

Vale la pena repetirlo: a leer se aprende leyendo. Únicamente la lectura de libros nos enseña a reconocer las unidades de significado. Únicamente la lectura de libros, de muchos libros, forma los buenos lectores.

Los lectores de libros disponen de treinta a cuarenta veces más palabras —para pensar, para expresarse, para comprender— que quienes leen solamente materiales demasiado sencillos.

Hace falta que le prestigio de la lectura aumente, en toda la sociedad. Una vez que esto se haya logrado, nadie seguirá considerando la enseñanza de la lectura como la simple alfabetización, o como algo prescindible, sino como la adquisición de un medio esencial para obtener experiencias e información de modo voluntario y gozoso.

La lectura es una actividad placentera que contribuye de manera muy importante al enriquecimiento espiritual y cultural, a la consolidación de la identidad personal y nacional. La lectura es la más útil herramienta para el estudio, el trabajo y la superación personal.

La lectura no es una materia de estudio, sino una herramienta para la evocación, una experiencia vital que transforma al lector. Memorizar una lectura no significa comprenderla.

La finalidad última de la lectura en voz alta es formar buenos lectores, que lean libros por su cuenta. Y lo mejor es empezar temprano. Hay que poner los libros en manos de los niños desde su más tierna edad. Un libro es un buen juguete.

En el camino que va de la lectura de los padres y los maestros a la que el niño hace por él mismo, pueden distinguirse varias etapas (las recomendaciones de edades son aproximadas; un niño que sea buen lector puede adelantarse a estas indicaciones):

1. La fase de los libros ilustrados (desde le nacimiento hasta los cuatro o cinco años). Después de los tres o cuatro años, el niño comienza a interesarse en la trama de los cuentos, y hay que contárselos y leérselos. Sus primeros libros deben tener ilustraciones muy llamativas, frases cortas, vocabulario sencillo. Los padres y maestros han de estar dispuestos a leerlos una y otra y otra vez, pues los niños no se cansan de escucharlos. A veces los memorizan en parte, y aun por completo. Este ejercicio les ayudará a leer con fluidez.

Algunas indicaciones útiles para esta etapa:

·         Señale con el dedo cada palabra que vaya leyendo. Los niños descubrirán que no sólo las ilustraciones son importantes.

  • Platique con los niños sobre la historia y las ilustraciones. Los dibujos les ayudarán a comprender palabras nuevas. Es importante subrayar la relación entre las ilustraciones y el texto.

  • No presione a los niños para que lean por su cuenta. Eso ya llegará. Lo importante es fomentar el amor, el gusto por la lectura. Lo importante es que haya un contacto cotidiano con los materiales de lectura. Felicítelos por cada uno de sus esfuerzos.

  • Busque libros interesantes, divertidos, emocionantes. Un libro no es apropiado para niños sólo por tener muchas ilustraciones y la letra grande. Busque libros que un niño pueda preferir a un programa de televisión.

  • No se preocupe si el niño escucha el relato sin ver el libro. Lo importante es que el niño esté en contacto con la lectura y la disfrute. Ya se ocupará de los libros cuando esté listo para eso.

2. La fase de los cuentos fantásticos (de los cuatro a los ocho o nueve años). El niño se interesa sobre todo por lo maravilloso. Al mismo tiempo se aficiona por el ritmo y la rima, por los versos, por los juegos de palabras y las expresiones de lo absurdo.


·         Las recomendaciones de la etapa anterior siguen siendo muy importantes, en esta y en la etapa siguiente.


3. La fase de las historias realistas (de lo siete u ocho a los once o doce años). El niño comienza a orientarse en el medio circundante y va interesándose cada vez más en las aventuras, las historias de animales, los lugares remotos, las costumbres exóticas.

·         En esta etapa y en la anterior el niño empieza a tomar algunos libros por su cuenta; es importante que le permitan sentirse confiado y seguro como lector. El vocabulario debe ser sencillo y las frases cortas, pero no olvide que cualquier niño de esta edad que vea televisión puede comprender más de dos mil palabras. Si un libro es demasiado elemental le parecerá aburrido.

·         Distinga los libros que se deben leer al niño y lo que él puede leer solo. Los primeros podrán ser más difíciles.

4. La fase de las narraciones heroicas (de los once o doce años a los catorce o quince). El niño va adquiriendo conciencia de su personalidad y se identifica con los personajes heroicos. Le interesan las hazañas físicas, espirituales e intelectuales, así como las historias sentimentales.

·         El niño que comienza a leer por su cuenta seguirá disfrutando los libros bien ilustrados. No lo abandone; siga leyéndole en voz alta.

·         Es probable que ahora también él quiera leer en voz alta. Téngale paciencia. No sea exigente. No quiera corregir cada uno de sus errores; nada más desalentador que una lectura interrumpida continuamente. No importa que vacile, se salte alguna palabra, o la lea mal.

·         Leer más aprisa no es leer mejor. Lo importante es que el niño comprenda y disfrute la lectura. Que lea con sentido e interés. Que se tenga confianza y se sienta seguro. Que lea diariamente.

5. La fase de crecimiento hacia la madurez (de los trece o catorce a los dieciséis o diecisiete años). El niño —ya adolescente, más bien— comienza a descubrir su realidad interior, a tomar conciencia de su persona, a planear el futuro y a establecer una escala de valores propia.

·         Surge una amplia gana de intereses de lectura, desde el gusto por los usos del lenguaje mismo hasta la política, la historia, el teatro, la poesía y el futuro de la humanidad.

·         Las ilustraciones pierden importancia frente al texto; lo complementan y contribuyen a su interés, pero no son ya el elemento primordial.

Supongamos que esta guía ha sido convincente y usted quiere leer en voz alta con sus hijos, con sus alumnos. ¿Con qué libros comenzar? Con lo que le gusten a usted mismo, los que disfrutó cuando niño. Los que estimulan la autoestima del niño. Los que se refieren a sus temores y sus conflictos, como la necesidad de ternura o el miedo a la oscuridad y a la soledad. Intercambie información con otros padres, con otros maestros. Si encuentra un buen libro, regálelo, recomiéndelo, délo a conocer.

Recuerde que un buen lector se forma más fácilmente si está rodeado de otros lectores. Los maestros y los padres tienen que hacerse lectores ellos mismos.

Recuerde la importancia de leer literatura: cuentos, poesía, teatro, leyendas, novelas. Cuando está organizado en forma literaria, el lenguaje tiene un uso muy distinto que cuando lo empleamos para satisfacer las necesidades inmediatas de la vida de todos los días, y esa clase de organización es la que el niño necesitará dominar para enfrentarse a las exigencias de estudio, de pensamiento, de información, de experiencia que encontrará en su vida como adolescente y como adulto.

Asómese a las librerías y a las bibliotecas. Hágalo con espíritu de aventura. Aproveche los cuentos tradicionales, las leyendas, las obras clásicas, pero busque también autores y libros nuevos. Los editores mexicanos tienen un interés creciente en la literatura infantil y han publicado cada vez más libros para niños. Hay muchas sorpresas esperándolo.








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